Servicio Voluntario Europeo

Memoria SVE Jessica Jiménez en Letonia

  • ¿Por qué me fui?

Esta es una de las preguntas que más me han hecho, y quizás sea una de las respuestas que más reflexiono. Decidí aventurarme en algo nuevo, algo que no hubiese hecho nunca antes, y que me proporcionara experiencias que mi día a día no pudieran ofrecerme.

Me llevó muchos meses decidirme por un proyecto concreto, aunque la posibilidad de hacer un SVE era una de las opciones que más rondaba mi cabeza. Empecé a conocer este tipo de programas hace apenas un par de años, y sabía por antiguas compañeras de universidad en qué consistían y cómo acceder a ellos. Pero a pesar de todo, invertí demasiados meses en decirme a mí misma: “Jéssica, es el momento de lanzarse.”

Hasta que un día, algo me hizo plantearme que había llegado el momento de hacer una pausa en mi zona de confort. Y en ese momento, lo supe. Supe qué era exactamente lo que iba a hacer. Busqué varias opciones, en su mayoría proyectos de SVE.

En un primer lugar, divisé un SVE en Italia para trabajar con jóvenes y adolescentes. Decidí lanzarme y presentar mi candidatura con toda la ilusión y las ganas que podáis imaginar. Me informé acerca del lugar, mantuve contacto con la organización e incluso ya me visualizaba allí. Pero tras muchos días de espera e incertidumbre, la respuesta definitiva fue un “no”. Como podréis imaginar, tras poner todas mis ilusiones en ese proyecto, tuve miedo de que ese “no” abortase mi escapada a una nueva aventura.

Realmente, os confieso que ese “no” es el responsable de que hoy os escriba estas líneas que reflejan uno de los mejores años de mi vida. Ese “no”, me hizo luchar con más ímpetu por otro nuevo proyecto que pudiera aportarme lo que iba buscando.

Recuerdo que por aquellos días, desde Asociación Iniciativa Internacional Joven, Víctor me hablaba acerca de un proyecto en Letonia durante doce meses. Me ofreció toda la información posible y los contactos necesarios, además de animarme a que lo intentase. Y decidí hacerle caso.

Tan sólo bastaron un par de semanas para que me confirmaran que me esperaban para el 1 de noviembre en ese país báltico del que poco sabía.

Veinte días después cogí ese avión que me llevaría directa a una de las experiencias más significativas en mis veinticuatro años de vivencias.

 

  • ¿Qué he hecho y dónde?

A lo largo de todo este último año, he estado trabajando en un centro de día perteneciente a una de las regiones próximas a Riga, la capital letona. Concretamente, en un pequeño pueblo de apenas trescientos habitantes, llamado Saurieši.

Tuve la suerte de vivir también en este pueblo, lo que me permitió tener un contacto más directo con la población para la que trabajaba, ya que pasé directamente a ser una más. Podría decirse que mi experiencia, al igual supongo que otros SVE, contenía muchísima base antropológica.

Los centros de día, al menos en los países que antiguamente pertenecían a la Unión Soviética, enfocan su labor a la dinamización de la vida cotidiana, actuando sobre todo en pequeñas poblaciones, como el caso de mi pueblo.

Letonia es un país en el que sabemos que el invierno es algo duro debido a las bajas temperaturas,  llegando por ejemplo a alcanzar -28º grados centígrados el pasado invierno; y a esto, también se unen las escasas horas de sol, unas ocho en los primeros meses de año.

Aunque la población se encuentra muy preparada para este clima tan extremo, eso no quita que a veces sea demasiado difícil conciliar algo de vida social durante esos meses, y para ello se crean este tipo de centros que están dirigidos a cualquier grupo de población. Aunque normalmente, niñas/os y adolescentes son los que asisten con mayor asiduidad.

Por lo tanto, mi trabajo en el centro consistía principalmente en atender a los/as más pequeños/as, y organizar todo tipo de actividades para complementar el tiempo que allí pasaban. Ofrecerles actividades culturales y de ocio, era una de mis prioridades.

Otra situación algo complicada en Letonia, es la relación entre la población letona autóctona y la población rusa. Las relaciones sociales van mejorando con el paso del tiempo, pero aún existen demasiadas controversias, ya que quizás pocas políticas sociales se enfocan a mejorar la situación. Pero aún así, es una de las tareas que adquieren los centros de día, y que por lo tanto yo me he encargado de desarrollar durante este año.

El objetivo principal es que los niños de familias rusas adquieran cierto interés por las costumbres letonas, y que desarrollen mayor sentido de pertenencia dentro de la comunidad. Es algo complicado cuando intentas mejorar este ámbito con una población en la que el 80% proviene de familias rusas, y en la que por tanto los letones son minoría. Pero aún así, nada se torna imposible, y más cuando son los infantes a quienes diriges tu trabajo, puesto que siempre los he observado más receptivos, respecto a los mayores. Aunque para ello sea necesario realizar actividades de carácter lúdico, ya que es la mejor forma de acercarnos a su entorno.

También he estado reforzando junto a la población rusa, el idioma oficial, que en este caso es el letón, que también supone un acercamiento a la sociedad autóctona.

Por otro lado, con la población letona, se trabajan características enfocadas a desarrollar mayor nivel de empatía y comprensión hacia la población rusa.

Con esto no pretendo generalizar ni tampoco estigmatizar, simplemente son los objetivos a los que se enfocan las actividades que he llevado a cabo en los últimos meses.

Aunque estas actividades no han sido las únicas, puesto que también he podido dedicar tiempo a otras relacionadas con mi propia cultura y país, con demostración de costumbres españolas y comidas típicas.

Uno de los objetivos que persigue el Programa Erasmus+, que es el encargado de los proyectos SVE, es que se fomente la unión entre los distintos países de la Unión Europea, y para ello se llevan a cabo seminarios que nos dan a conocer a otros/as voluntarios/as de otros países. Cuando ya establecemos los contactos adecuados, las distintas organizaciones nos ofrecen la posibilidad de llevar a cabo visitas recíprocas en la que ayudemos a nuestras/os compañeras/os a fomentar la realización de actividades culturales en sus centros de trabajo; acercando así, distintos países a la población con la que trabajamos.

Otro aspecto que me gustaría recordar, es que este tipo de proyectos incentivan bastante la curiosidad por viajar, y ofrecen a su vez bastante tiempo libre para que podamos lanzarnos a por más aventuras, partiendo desde nuestro país de acogida.

 

  • ¿Qué me ha aportado?

Esta pregunta sí que no tengo que pensarla demasiado. Ya he dicho líneas más arriba, que la califico como una de las experiencias más bonita de toda mi existencia.

Ha sido muy distinta a cómo la esperaba desde un principio, puesto que jamás imaginé que tuvieran cabida en mí tantísimas emociones juntas. Por supuesto, ha superado con creces mis expectativas, y a día de hoy, que hace menos de una semana que volví, si tuviera que volver el tiempo atrás, no dudaría en volver a elegir lanzarme a por una aventura de semejante trascendencia.

Es cierto que también he tenido que enfrentarme a situaciones difíciles, cosas que no entendía, y que también había otras tantas que se escapaban de mi alcance. No todos los días me he sentido plenamente feliz, porque al fin y al cabo, allí ya tenía consolidada una nueva rutina. He tenido días malos en los que no sabía bien cómo actuar, y situaciones que me hacían desesperar; pero todo ello, al final forma parte de un todo, un todo que se enfoca a mejorar como persona y crecer sentimentalmente.

Todos esos momentos que sí han sido bonitos y de pura felicidad, han hecho que dejen de tener importancia los días que hayan sido más negativos. Al final todo, absolutamente todo, compensa.

Ha sido una oportunidad estupenda para poner en práctica muchas cosas que tenía en mi lista personal de “cosas por hacer”; por ello, he intentado aprovecharlo todo al máximo, disfrutando cuánto he podido de cada detalle, cada experiencia y cada persona que he conocido.

Y esa es otra, de esta experiencia no sólo me llevo preciados recuerdos, sino también amistades que han llegado a mi vida de la forma más inesperada, pero espero que para quedarse. Y de todas esas personas me llevo lo mejor de ellas, su personalidad, su cariño y todo aquello que me han enseñado y ayudado.

Durante todo el año he estado saturando mis redes sociales, con el objetivo de animar a que personas como tú que me lees ahora, os animéis a vivir una experiencia así.

De verdad no tiene precio sumergirte en otra cultura de esta forma, desde dentro, formando parte de la sociedad y convirtiéndote en “otra persona” que te ayudará a mejorar todo aquello que a día de hoy no te guste.

Porque merece la pena con creces, porque puedes encontrar algo que se adapte a ti y que te ayude a salir de lo que conoces, para aventurarte en algo que te haga sentir feliz y vivo/a.

A mí me hizo falta un pequeño empujón para lanzarme definitivamente, y de verdad espero, que estas líneas que escribo desde la sinceridad y el corazón, puedan empujar a alguien a lanzarse a por todos y cada uno de sus sueños.