Memoria de un SVE, por Tamara Renard y Sergio Suárez


Llegamos un 17 de junio, nos acordamos como si fuera ayer, experimentábamos el famoso jet lag y peor aún, el shock de las 20­-21 horas continuas de luz, tan característico del verano finlandés. Inocentes de nosotros, estábamos recién digiriendo esa información, sin caer en que en invierno iba a ser lo mismo pero de oscuridad.

Llegando en autobús hasta nuestra ciudad de acogida, Pori, veíamos preciosos bosques que nos daban una pista de la belleza de este país.

Nuestro proyecto empezó a ritmo de adaptación, en julio prácticamente no había actividad por las vacaciones de verano. El lado positivo de esto fue que tuvimos tiempo de conocer gente, hacer nuevos amigos, explorar Pori y alrededores, y conocer a los refugiados con los que íbamos a trabajar el resto del año.

En verano nos aficionamos al voley, esta fue una de las actividades de deporte y tiempo libre que practicábamos con los refugiados. Sergio fue siempre el responsable de esto, así como del fútbol. -Fútbol semanal y ligas locales-. Elobjetivo de este proyecto era promover los valores de un deporte de equipo, y más importante: conocer y crear vínculos con refugiados de Afganistán e Irán principalmente.

También trabajábamos en la casa de la juventud, un concepto diferente al que tenemos de las españolas. En Finlandia son espacios para jóvenes, un lugar a donde adolescentes van a encontrarse con sus amigos y pasar tiempo. Estos lugares suelen tener mesas de billar, de ping pong, ordenadores y otros juegos. Allí nuestra función era un poco de “amigo infiltrado”, nuestra tarea consistía en jugar y hablar con ellos, además controlábamos que todo estuviera bien y que no pasara nada malo.

Finlandia voley- IIJ

Llegado agosto todo se animó y para mí empezó el verdadero trabajo. Mi jefe me dio la posibilidad de emprender un proyecto, el que quisiera, y elegí “clases de inglés para refugiados” ya que después de preguntarles en qué podía ayudarlos o cómo, me dijeron que tenían muchas ganas de aprender inglés.

En agosto empecé el primer curso -nivel elemental, con refugiados, hombres de entre 16 y ­30 años aproximadamente-, un mes más tarde empecé otro curso pero esta vez con mujeres y un nivel intermedio. Para ambos me preparaba mi propio material y recursos didácticos.

Este proyecto fue maravilloso y me regaló la oportunidad de aprender sobre ellos con cada tema didáctico. Por ejemplo, con el tema de la familia, una de las tareas que les pedí que hicieran fue crear su propio árbol genealógico y con esta actividad me adentré en sus vidas, conociendo sus familias, las pérdidas a causa de las guerras y docenas de historias dignas de conocer.

En octubre emprendí otro bellísimo proyecto de anti­rracismo, se trataba de un concurso de dibujo en el que todos los colegios de Pori se involucraron. El tema del dibujo era “un mundo sin frontera”, de manera que cada niño dibujaba lo que significaba para ellos o lo que les inspiraba el tema. El objetivo fue un trabajo de concienciación sobre tolerancia y no discriminación en un momento muy delicado.

Una vez hecho el concurso y entregado los premios a los ganadores, llevé a cabo varias exhibiciones alrededor de Pori, en bibliotecas y centros varios para presentar el proyecto y crear debate.

En enero empezamos a colaborar en la cruz roja, diversas tareas puntuales como echar una mano en chequeos médicos

Y otras más a largo plazo como el deporte –fútbol- y otro curso de inglés. ¿Con qué nos quedamos? Con la amistad y la entrega de estas personas que te hacen sentir valioso, querido y de la familia.

Mi último día de clase, me preguntaron desesperadamente si no había una ínfima
posibilidad de quedarme allí, le dije que no era posible, que ya se acababa mi proyecto, y con el proyecto: la financiación. Entonces, pensativos y preocupados se miraron, y uno de ellos me dijo: – “Mira Tamara, nosotros somos 300 refugiados en este centro, y aunque no sea mucho, podríamos recolectar 1­,2 euros cada uno para que tú tengas dinero para quedarte aquí con nosotros”. En aquel momento sentí una explosión de emociones, probablemente el detalle más bonito que han tenido nunca conmigo.

¿Qué más decir de nuestra experiencia en Finlandia?aurola boreal

¡¡¡Mucho más!!!

Una noche de octubre fuimos testigos de una maravilla de la naturaleza, vimos nuestras primeras auroras boreales estallando en el cielo. Estábamos completamente atónitos, no queríamos movernos por miedo a que desaparecieran.

A partir de enero disfrutamos de los paisajes blancos y los mares congelados, caminando o patinando sobre ellos como si se tratara de una explanada normal.

Tuvimos la oportunidad de viajar en nuestros días libres y/o vacaciones tanto a nivel nacional: Lugares como Laponia, Helsinki, Turku, Tampere, Kokkola, etc. Y a nivel internacional: Rusia, Estonia, etc.

En la Laponia finlandesa paseamos en trineo con huskies durante dos horas, una experiencia inolvidable, y saludamos a Papá Noel.

Y para acabar con nuestra memoria, nos gustaría mencionar a nuestros amigos, aquellas personas con la que coincidimos en la etapa más preciosa de nuestras vidas.

A todos/as los/as que formaron parte de nuestra aventura KIITOS, MOI MOI!Finlandia - IIJ